Verdea en el
olvido. Llega un nuevo campesinado[1]
El pequeño pueblo de Amayuelas
de Abajo les recibe con su vitalicio páramo que aún responde en su horizonte a
la pequeña flor y a la verdura. Entró el verano y la tardía primavera se afana
en el aire y blandea el blusón de los trigales, la profunda tierra que los
proclama. En la sala de la lana, con ese vellón cubierta, como en vientre de
oveja, el numeroso grupo (más de cien) venido de toda la geografía hispana, y de
más allá de los mares, Haití, Colombia, México, Portugal…, comienzan a bordar su
círculo para el que se necesitan todas las manos en el hilo. La palabra, los gestos, las interpelaciones
se ciernen en el diálogo. Es un intercambio entre iguales y para los iguales,
nadie es más que nadie, ¿para qué? Tienen que agudizar la capacidad de escucha.
Han venido a contarse sobre el pan-tierra que les quitan los de arriba. Saben
que la autoridad la da la altura de corazón que nos crece en el lenguaje, en la
estrechez y la emoción que nos da el lenguaje que nos viene subiendo.
-
La historia toda estriba en anhelos que se mantienen, se
pierden, se renuevan. Y con las nuevas esperanzas llegarán nuevas teorías. Pero
para los hacinados, los que tiene poco, o nada, excepto algunas veces el arrojo
y el amor, la esperanza funciona de forma distinta. Es entonces algo que morder,
algo que poner entre los dientes… Con la esperanza entre los dientes llega la
fuerza para seguir aun cuando la fatiga nos acose…
John Berger
Llama la atención algunas
cabezas medio rapadas, otras con trenzas a lo rastafari, aretes en la nariz, en las
orejas. Otros, sin embargo, austeramente ataviados, como si nada. En general es
un vestir a su aire, una estética que apunta a lo libertario y que, por esa
razón, se hunde en la ética. Aun así no hay estridencias. Salvo para quien no
acepte la belleza del universo son cuerpos que se construyen expresándose a sí
mismos. Escuchan más bien lo que les dice al oído el resuello de su alma que las
consignas publicitarias del mercado, beben de la corriente de aquella y, a
veces, no es fácil comprenderla, comprenderse. Creo que el vestir en ellos es
una forma de búsqueda, ahondar les lleva al icono, a los primeros signos, a la
cueva prehistórica. Hoy conviven durante dos días para celebrar la tierra, son
hombres y mujeres, jóvenes que aspiran ser agricultura, mañana regresarán a sus
pueblos. De vuelta le abrirán las cortinas al día quizá con otros ojos. Han
venido a crecer por fuera y por dentro, como los tubérculos.
-
Es indudable que este conocimiento (el de la lectura y
la escritura) añade gracia a la vida, pero no es, en ningún modo, indispensable
para el crecimiento moral, físico o material del hombre… Olvidarnos de cómo
cavar la tierra y cuidar el suelo es olvidarnos de nosotros
mismos.
Mahatma Ghandi
Entre ellos hay pupilas que
cuando miran chispean, aún conservan el
peciolo de la infancia-juego, viven en la transparencia y llevan esta
agua a sus manos. Esas manos que en sus casas aprietan la semilla en tierra, la
ubre o la fruta que se desgaja en la rama. También a la pleita en la que
estrujan el suero de la oscuridad y esperan el día, la mañana que sueñan.
-
Yo si veo futuro, soy feliz haciendo lo que hago que,
curiosamente, es lo que hacían mis abuelos y mis padres… lo más grande… bueno, hablando de esto
me emociono…
Todos, la mayoría vuelven al
campo al sonarles las campanas de sus propias convicciones, cuando se les
pregunta, hablan ilustrados pronunciando el mundo en su boca, sabiendo que cada
simiente antigua, inanimada por el roundup de los tiempos, es una brega de
la historia de los pobres, un libro no escrito que se cierra, un paladar
ausente. También una memoria ciega. Por eso no se esconden, traen una granada
en su verbo.
-
No queremos hacernos ricos, tener más multiplicado por
más… trabajamos para “ser” con menos y restarles a los que acumulan… Queremos
comer bien, vivir sencillo y sano, solos queremos comer y que nos dejen amar
como los pájaros.
Para sus planes a muchos de
ellos les falta la tierra cuando otros la usan como mercancía. En la historia
siempre les faltó tierra a los que mejor amaban. Aquellos, que viven en el
hambre de la usura, la han desposeído de su condición sagrada y cercado entre
los índices bursátiles: el Ibex, el
Down Jones, el Nikkei… Aun así, en los pocos palmos que
les dejan, con cada uno de sus golpes de riñones y azada, con cada gemido al
aire en el esfuerzo siembran una espiga (¿conciencia, acaso?), una manera de
anunciar la historia, de preguntarle al aire que pasea en los álamos por el
dolor y la codicia que impera. Son pequeños pero se sienten grandes cuando
narran, viven ahí adentro, en el caparazón de lo humilde; e imperfectamente
humildes saben que tal como se levanta el pan en el horno ha de alzarse la
agricultura alimento, el alimento derecho humano, la vida.
-
Algunos somos hijos y nietos de campesinos. Ahora que en
la era de la tecnología anunciamos
la vuelta a sus campos algunos nos miran como extraños, incluso nuestra gente. -
Pero ¿a dónde vais?, nos inquieren.
Están aquí para ayudar a que el
alimentum calme el estómago de los de
su especie pero empleando la ternura, haciendo el menor perjuicio posible.
También se reúnen para ayudarle a las plantas y ponerlas a crecer. No saben
hacerlo sin pensar en el todo que les rodea y, a la vez, en cada célula de
cosmos que respira como un pez bajo el agua: palabrean con la naturaleza a la
que escuchan y les escucha, y algunos mantienen conversaciones con los muertos.
Les revelan tanto del cimiento profundo, arcaico y remoto de los
siglos…
-
Nuestro proyecto se llama “Extiércol”, de estiércol y explotación de tierras
colectivas, quizás debiéramos sustituir la palabra explotación por experiencia…
pero bueno, nos dedicamos a extraer jugos de la mierda de vaca, el polvo de
piedra, la ceniza, el suero y la melaza… todo se mezcla como se hace en los
besos y lo vertimos en el corazón de las raíces de las plantas…
Una chica lleva un tatuaje en
su tobillo, es una media luna menguante. Un chico una pequeña estrella en su
brazo. Hay quien prefirió una señal taoísta y, en la espalda, alguien se grabó
una bola del mundo sobre la que dibujó un serpentino pentagrama con su clave de
sol. En el hombro izquierdo también dispuso una bandada de pequeños pájaros en
vuelo. ¡Qué bello llevar tatuado la
idea de la sinfonía de un nuevo mundo! En ello también pensó Antolín Dvorak
cuando se dejó impresionar por la música nativa y los espirituales
afroamericanos en su estancia en los Estados Unidos. De ellas afirmó que esas
raciales melodías eran un fruto de la tierra. Quizá todos ellos nos quieren decir algo, como Dvorak con
su fraternal composición. No son baladíes sus marcas en la piel.
-
Hay que abrir la nevera y solo ver en ella productos de
nuestra gente conocida, en la que nos hable la tierra. El agricultor no es lo
último sino lo más importante. Lo que estáis sintiendo, vosotros, los nuevos
campesinos, mujeres y hombres, es lo que estamos necesitando. La agricultura es
una forma de sentir, una forma de música. Escucharla como una canción que viene
de los tiempos.
Botines, chirucas, dedos al aire en sandalias,
deportivas… son jóvenes con los pies en la aurora. Hace un sol espléndido,
acaricia los torsos como una madre a sus hijos. Es la Tierra de Campos palentina
despidiendo a mayo. Se divide el ocre y el verde en el paisaje, son los colores
en los que se expresa la diosa Ceres (crear, crecer), que aún sostiene, a pesar
de los dientes del lobo del hombre, su diadema coronada en amapolas, la hoz, los
niños cosidos a sus lechosos senos y el cuerno de la abundancia. Ahora los
jóvenes hablan en un intervalo, sostienen un caldo, un vaso de vino cosechero en
sus manos y se reúnen en círculo. Confían en sí mismos y estrechan los lazos que
les fueron cortados. Se hablan de tú a tú como agua y cauce. Se sienten manos
labradoras, respiran en ese círculo, su esperanza es el trenzado de ese círculo
en la tertulia que va dibujando sus cuerpos. En el centro del círculo está un
único corazón latiendo, el que los ha guiado hasta aquí: la sístole del
Universo.
-
El cambio puede venir de nosotros está en nosotros, no
hay que esperar más, ¿para qué?, estamos en lo pequeño y con esto nos basta…
como decía alguien: “no hay fuerza policial en el mundo que pueda parar nuestro
cambio, el que se hace tan dentro”.
La felicidad está
más cerca de la conciencia de finitud que en la obsesión tecnológica por alargar
nuestras vidas. Para recuperarnos juntos hemos de hacer de la confianza una
levadura imparable. La confianza es el humus que nos permite darnos la mano y
levantarlas para bailar y cantar una canción. La canción para un nuevo mundo con
la que llamar en el corazón de los dioses. Quizá alguno no esté sentado en el
sofá viendo un programa rosa y aún nos responda.
antonioviñas
[1]
Este texto se ha inspirado en la multitud de voces que trasegaron su grano en el
Encuento de jóvenes para un mundo rural
vivo. Tránsitos de la ciudad al campo, que se ha celebrado en Amayuelas de
Abajo (Palencia), organizado por Coag, Plataforma Rural y Mundubat a finales de
junio de 2013.
Elipse. La ecuación 3×2 – 9x + 2y2 + 10y – 6 = 0 es un ejemplo de elipse.
ResponderEliminarhttps://bibliotheque-du-capucin.com/como-identificar-las-cuatro-secciones-conicas-en-forma-de-ecuacion/